La fotografía

 


En la fotografía se aprecia una mujer guapa, rubia, de cabello tomado en un moño cola de caballo, donde resalta una cinta negra, que hace juego con su pulover gris claro, holgado, suelto; en su cuello blanco brilla  una sutil cadenita de oro. Viste pantalón negro y, atenta, pierna arriba, muestra un candelabro de alpaca. 

Sí, esa fotografía la tomé  en Cochabamba, en una feria de exportación. Creo que había expuesto ese día, era parte de mis giras  apoyando proyectos exportadores de pequeña empresa. Después de la exposición, hicimos un recorrido por los stands, en uno de esos estaba ella. Con la excusa de apreciar un  candelabro de alpaca, le tomé esa foto. Cuando revelé el rollo, en Valparaíso, me quedó su foto y anoté al reverso su nombre. Pensaba que en alguna otra mision como consultor me la toparía. Ella, en la breve conversación, me dijo que era de Buenos Aires y que viajaba a abastecerse de exclusividades para su boutique. 

Era quizá, a inicios de los noventa. Guardé su foto y allí fue quedando, a veces la encontraba entre mis papeles, como musa tentadora. Encontrarla en Cochabamba y saber apenas su nombre, dicho a la rápida, eso había sido todo. Cada año tengo la costumbre, en el mes de diciembre, de limpiar cajones y tirar lo viejo; dicen que eso permite entrar con más energías al nuevo ciclo solar. Pero la foto de Benedit se fue quedando, con su mirada clara y ese sweter  amplio,  que exigía adivinar la tersura candente de su cuerpo casual, encontrado al paso,  sin impostación, con la franqueza de una belleza ineludible. 

Encontré la foto y busqué de nuevo por Facebook. Navegué, en eso que llaman el ocio creativo, por muchas Benedit, filtrando por Argentina. Hasta que encontré un atisbo y me imaginé su foto juvenil con los cambios de tres décadas a cuestas. Encontré una foto que se acercaba a su rostro hermoso. Revisé como un intruso su lista de amigos; y, así,  llegué a ella. Sin embargo,  la chica de la foto ya no estaba. Un pendón negro cerraba su muro. Hurgando por fotos antiguas, logré confirmar que  era la chica del candelabro de alpaca, que topé en una feria en Cochabamba y a quien nunca pude mentirle, ni siquiera un piropo, menos ese beso transgresor que siguió atizando por mis recuerdos, de manera inclemente. 

Hernán Narbona Véliz, 31.01.2023

Comentarios

Entradas populares de este blog

Un amor irracional

Arrebato

Don Peño