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Mostrando entradas de agosto, 2021

El trinar del atardecer

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  El trinar del atardecer Sentada, mirando el horizonte, escucho trinos de pájaros. Melodías invaden el ambiente y su bullicio me hace pensar que el origen de la música está en ese trinar y en el susurro de la brisa que lo acompaña con su compás.                                              Sorprendida, salto al comienzo de los tiempos y me sumerjo en el mar.   De manera perfecta se conjugó la naturaleza y el cosmos, creando un mundo etéreo e intangible y nacieron reinos diversos que invadieron la tierra. La geografía acuosa y terrestre dio paso a la vida, la fauna y flora llenó de seres únicos por océanos y tierra, para el deleite de nuestra visión. En el profundo océano se guardan tesoros marinos de vida inexplorada, maravillan sus colores, el reflejo azul del cielo, el turquesa que los rayos del sol iluminan con belleza sin igual.     El oleaje construye montañas blancas, espumosas, que rebeldes suben en busca del sol y bajan jugando, dando forma a una caricia eterna y quieta qu

Vuelo Astral

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Miro la tarde plácida que adormece mi ser e invita a soñar. Voy a dejarme llevar por esa ilusión desenfrenada, que busca una y otra vez ese sentimiento puro y loco que embriaga mi ser.  Corro en busca de lo desconocido y me frena un arcoiris, múltiples colores  encandilan mi senda.  Mi andar es lento y liviano. ¡Oh! me siento como pluma que besa el follaje verde cristalino y tanta belleza mágica hace de mi peregrinaje un vuelo, que me regala ese espectáculo de luces y sombras. Es mi vida convertida en formas y colores.     ¡Qué bello el verde musgo que abraza la madre tierra!  No pidió permiso para nacer, su comunión está con ella, que será su hogar por siempre. Mirando al cielo se encuentra con el sol y se enamora de su luz cálida, su abrazo luminoso y le promete siempre estar allí. De noche observa astros lejanos,  las estrellas, con su parpadeo tímido y coqueto, embrujan la oscura noche y la majestuosa luna, con su baño de luz, invade todo y será su refugio. El tiempo se detiene, pe

Breve historia de un viaje mágico

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5:00AM, el despertador suena e interrumpe nuestro descanso. Nuestros cuerpos, aún tibios bajo las cobijas, quisieran continuar en su aletargamiento taciturno. Después de unos segundos más de arraigo a la cama, nos ponemos de pie y comenzamos a prepararnos para la aventura que nos espera. En menos de 30 minutos tomamos lo necesario para el viaje: ropa abrigadora, cámaras, agua y, lo mejor, un enorme deseo de partir. A las 5:30, puntual como se acostumbra en estas tierras, nos reunimos con Don Santos, nuestro guía, quien nos conduce por calles oscuras hasta encontrar a Bocho, Relámpago y Canelo, dos caballos y un burro dispuestos llevarnos en nuestro viaje. Don Santos prepara todo y tras una breve explicación de cómo montar y dirigir a nuestros amables compañeros, emprendemos marcha hacia la oscuridad de la majestuosa sierra, con la luna a nuestra espalda, como cuidando de nosotros abrazándonos con su tenue luz. Poco a poco las calles del pueblo van quedando atrás y tras unos cuantos min

Aventuras del "Muñeco"

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  Llegó una tarde desde las templadas tierras de Socoltenango junto con una recua de jóvenes muletos. Por esos días la compraventa de la especie equina era un magnifico negocio por la carencia de caminos carreteros que permitieran la entrada de camiones en esas agrestes montañas de la sierra. Mulas y caballos constituían la forma más adecuada para el transporte por esos escarpados caminos. Aquel que tuviera la fortuna de contar con más de un ejemplar de esa especie, era muy afortunado.  Era un potro lobo gateado recién domado. Mediano él, ágil como ninguno. Un caballo “de paso” decía la gente porque tenía un trote suave y con mucho estilo. Lo compró Hugo, el cuñado. Con él iba y venía a los lugares vecinos, orgulloso de tener una cabalgadura poco común allá en esos lugares. “El Muñeco” lo bautizó su amo. Así le llamamos todos. Ensillarlo y montar ese hermoso caballo era un privilegio. “El Muñeco” fue pasando de mano en mano luego que el cuñado dejó la montaña y se cambió de lugar d

Una historia de amor en Antigua

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Una historia de amor en Antigua Después de largas 15 horas de vuelo, incluido un trasbordo de avión en Panamá, Esther finalmente llegó a su destino final, la bellísima Antigua, ciudad situada a pocos kilómetros de la capital de Guatemala, la que lleva el mismo nombre. Ella era de profesión médica, actualmente podía lucir una destacada trayectoria no excepta de bemoles, ya que, en 1974, partió exiliada a México logrando después de varios años, retornar a Chile. Esta vez, como entre tantas otras, su misión era representar a Chile, en un Congreso cuyo eje central era, su especialidad de Neuróloga, y tenía como escenario un afamado centro de convenciones y hotel a la vez, llamado “El Convento Boutique Hotel”, lugar de ensueño, que conservaba algunas características de Convento construido en el siglo XVII. Una vez en su habitación ornamentada como un espacio de “monja rica”, y   repuesta del largo viaje, bajó a comer un refrigerio dispuesto en uno de los salones, ahí se encontró c

Piano y nostalgia

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Termina mi dia, al filo de la medianoche escuchando esas maravillosas melodías interpretadas por ese grande de la música Di BLasio. Tantos recuerdos vienen a mi encuentro, quedo suspendida en bellas añoranzas que siempre acompañan a un corazón que quedó solitario. Mi imaginación vuela; esta noche encontró alas que surcan noches estrelladas y miro al infinito, cierro mis ojos y nuevamente te encuentro, luz de luna brilla en esas noches mágicas resplandor envolvente, en nieves azuladas, el cielo parecía al alcance de mi mano y las estrellas jugaban con las luciérnagas según "tú". Cómo olvidar amanecer sintiendo ese aire gélido y tan puro de esas montañas y el calor de un sentimiento puro y avasallador. Sintiendo el embrujo de sensaciones olvidadas por tantas ausencias, corazón dormido y herido, esa mirada, arrogancia al caminar dejando huellas en tu andar. Corazón loco, despertar, ensueño, revivir al candor de una mirada y la música de aquel piano que sentía sonar acompañando i

El rayo de sol se posó sobre la almohada.

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  El rayo de sol se posó sobre la almohada. Era el instante diario que duraba breves minutos, llenando la alcoba de incitaciones a comenzar el día. La rutina se iniciaba, pesadamente previsible. Era un rayito de sol que encandilaba, que ingresaba como un flechazo, dando cuenta de una diana de luz que ordenaba empezar la jornada. La ducha fría cerraba el rito de la higiene diaria y la circulación se agitaba. El despertar anunciaba que esa mañana volvería a tender la cama, encendería la radio y buscaría su programa de tangos, mientras las sábanas se sacudían al aire y luego se alineaban, perfectas, recibiendo las frazadas de colores, iba como pájaro acomodando el nido, luego organizaba los papeles arriba del escritorio, mientras el rayo de sol escapaba y de nuevo la pieza quedaba sobria y opaca detrás de los visillos. Así transcurría la mañana. Salir con su mascota a caminar, llevando la bolsa plástica para recoger sus fecas, esperar con paciencia que la perrita ubicase el lugar. E

El p’atrás - p’adelante

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  Cada sábado llegaba con la caña mala y su mamá le daba un contundente desayuno con una ensalada de cebolla cruda sin lavar y un par de huevos fritos y un tazón de café.  Con eso el “patrás-padelante” tenía energía para dejar la casa soplada y a la hora de almuerzo había un sitio para él y allí el hombre participaba en las discusiones con sus opiniones e ideas. La mesa siempre podía abrirse a uno más y las cazuelas olorosas salían de una enorme olla que resumía las matinales ceremonias de preparación y armado. Nancho cumplía diariamente en la semana, con la compra de la carne para la cazuela. Costilla y tapapecho era la carne que todas las tardes lo mandaban a comprar donde el chino de la esquina, el carnicero del barrio que tenía un hijo de su misma edad, que era también compañero de escuela. El trabajo de pasar virutilla y de encerar, era pesado y hacía transpirar, al curadito. Al terminar su trabajo, Isabel le pasaba una toalla y hacía que se diera una ducha para sentarse a la

El caldo de gallina

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  En 1982 Dora Celina me dio la mejor noticia de ese año: “Estoy embarazada”. ¡Increíble! ¿Yo, papá de alguien? La remolona cigüeña no quería aterrizar por mi casa y de pronto: ¡Albricias! ¡Azotó la res! El ultrasonido para identificar el sexo de los bebes todavía no existía. Las matronas de la familia elucubraban diversas hipótesis por la forma y el tamaño de la barriga de Dora Celina: Barriga con pico: “niño”; Barriga redonda: “niña” (y después fue al revés). El periodo de preñez pasó con los síntomas usuales de las embarazadas: cansancio, sueño, náusea, antojos y desantojos. Lo que antes le gustaba, ahora ya no. Mientras la gestación avanzaba se volvió hipersensible a los olores fuertes. Regalé una botella grande de “Brutt”, mi perfume favorito, pues la hacía vomitar nomás con verme. Ella me compró otro: “Les Fleurs du Désert”, que me hacía vomitar a mí. Investigué cuánto dinero costaba un parto normal: iba de 2000 hasta los 3000 pesos. Los tenía. A la mitad del embarazo

El señor de los nudos

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    “La vida es un mecate con muchos nudos —decía don Enrique, mi padre—. Esos nudos, te ayudan a subir cuando joven y no te permiten caer cuando viejo”. A pocas personas conozco que anuden corazones como él. También amarraba cosas de cualquier tipo y tamaño, quedaban exactas, ni tan flojas ni tan fijas. Recuerdo la vez que lo visité, y conmigo llevaba mi viejo termo para café, que por el uso perdió el asa.          —Mientras lo mandas a reparar con un profesional, le voy a poner “una agarradera” con este hilo verde —en unos minutos, tejió un asa que estuvo ahí veinte años. Don Enrique no tenía enemigos. El destino lo puso en un lugar donde pudo ayudar a muchas personas. En mi casa el teléfono sonaba muy temprano, unos llamaban para solicitar trabajo, otros para agradecer. Yo, cuando joven, le hice ver su suerte, pero siempre me tuvo mucho amor y sobre todo   paciencia. Recuerdo mis primeras salidas nocturnas de adolescente, mi viejo no podía dormir por la preocupación y más

Mi amigo y el tren

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  Mi amigo y el tren   El calor matutino en Tapachula   en 1940, se percibía en todo su esplendor, las palmeras se mecían con el aire que refrescaba un poco el ambiente, la avenida central con su trazo en línea recta con las casas de madera y sus techos de teja color naranja que con la lluvia se tornaban obscuras, de frente se alcanza a ver el volcán espléndido y majestuoso de tarde se torna azul y de día el verde se observa a lo lejos, al fondo de aquella hermosa y bien trazada avenida el tren que a lo lejos anuncia su partida su sonido se hace mas fuerte a medida que te acercas a la estación. Los pasajeros ya están dispuestos a abordar, las mujeres de la localidad ya con los canastos vacíos de frutas y gallinas sacan sus pañuelos y secan su rostro sudoroso, sus faldas largas y floreadas su piel tostada por el sol, los pasajeros de primera se acomodan en los pocos asientos que tiene la estación. Y en este caluroso poblado, un joven de grandes sueños que vivía cerca de la estació