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Los narradores nos convocamos en libre expresión

La muerte de tío Tobita

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Una fría madrugada de enero, fuertes golpes en la puerta me regresaron al mundo de los despiertos. En casa, el Botones, consentido caniche de Dora Celina, ladraba solidario con los de afuera. Vi el reloj: dos de la madrugada. Tiritando, pregunté:                 —¿Quién es?                 —La vieja Inés! —oí la voz de mi primo Pepe Menelao. Abrí. Lo acompañaba, el Mapechiapa, otro primo. Varias veces ese par llegan a tamborearme la puerta a deshoras buscando platicar conmigo. Junté toda la paciencia que pude: —¡Cabrones, les advertí ya, que cuando anden bolos no soy sus primo! No los conozco, mi casa no es cantina. Ustedes y ese chucho ya despertaron al vecindario.                 Iba a cerrar, Pepe Menelao se me cuadró como un recluta ante su sargento. —Primo, no estamo bolos. Ese tu chucho mampo es el que hace escándalo. Te Venimo a informar que tío Tobita parece que quiere “patiá el balde”. —¿Quiere jugar futbol? ¿A esta hora? —Negativo, pariente, a tío Tobita le dio el soponcio y

La fotografía

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  En la fotografía se aprecia una mujer guapa, rubia, de cabello tomado en un moño cola de caballo, donde resalta una cinta negra, que hace juego con su pulover gris claro, holgado, suelto; en su cuello blanco brilla  una sutil cadenita de oro. Viste pantalón negro y, atenta, pierna arriba, muestra un candelabro de alpaca.  Sí, esa fotografía la tomé  en Cochabamba, en una feria de exportación. Creo que había expuesto ese día, era parte de mis giras  apoyando proyectos exportadores de pequeña empresa. Después de la exposición, hicimos un recorrido por los stands, en uno de esos estaba ella. Con la excusa de apreciar un  candelabro de alpaca, le tomé esa foto. Cuando revelé el rollo, en Valparaíso, me quedó su foto y anoté al reverso su nombre. Pensaba que en alguna otra mision como consultor me la toparía. Ella, en la breve conversación, me dijo que era de Buenos Aires y que viajaba a abastecerse de exclusividades  para su  boutique.  Era quizá, a inicios de los noventa. Guardé su foto

El Gol

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EL GOL Hubo una vez en un lejano reino, un príncipe solitario que triste miraba desde las almenas de su enorme palacio como en la villa los niños pobres se divertían corriendo detrás de una pelota de trapo. El podía pedir lo que quisiera, todos sus deseos eran atendidos por la Reina madre o por su padre, los reyes que velaban por mantener el pequeño reino en paz y libre de las asechanzas de codiciosos vecinos. El pequeño príncipe era hijo único, caprichoso como lo son los niños sin hermanos, un niño travieso que soñaba con tener amigos, igual como los tenían por montones los villanos que el miraba divertirse en torno al palacio.   Curioso y ansioso por tener amigos, una buena tarde bajó hasta el portón de entrada y viendo que el puente levadizo estaba tendido para que entraran las carretas que venían de las ferias, aprovechando la confusión se escapó precisamente hacia el mercado. Caminó entre canastos llenos de zapallos que mostraban sus enormes calabazas, se fascinó con los meson

A propósito de los que parten...

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  No se puede pretender escribir cada nota con un sentido fundacional, como si fuese la última que escribes, es suficiente tender las ideas en forma desordenada sobre un mantel, para que se justifique el acto comunicacional. No se puede vivir en medio de densidades, es necesario sonreír y para ello hace falta volver los ojos a las situaciones cotidianas, a las disfuncionalidades que se dan en las familias, a los agradables chismes de pueblo chico, donde todos nos conocemos desde niños, donde las yayas se van transmitiendo en forma atemporal, quedando tatuadas como un apodo en tu historial. Es agradable, por tanto, desplegar las ideas para sentarse junto al río de la vida y observar, sin prisas, como fluyen amores y desamores, pasiones y olvidos, amistades falsas y amistades verdaderas, amores platónicos y amores de carne y hueso, fuegos idílicos y fuegos que laceran el alma. Escarbar de paso los vericuetos del ser para prepararnos para nuestro propio último viaje, viaje real o quizá

Terremoto de 1985, domingo 3 de marzo

Domingo de terremoto 1985. Habíamos ido a ver Karate Kid con mi mami y los niños, en matinée al cine Imperio, en la Avda Pedro Montt. Regresamos felices a casa, en el cerro Polanco, en el conjunto habitacional Paicaví.  Cuando vino el temblor teniamos todo listo para tomar onces. Rosy habia hecho milanesas y los sandwichs estaban listos, pintaban deliciosos, el te servido y la mesa redonda roja dispuesta. Sentimos el temblor, pero nadie arrancó, sólo cuidamos que no se arruinara tan rica once.  La casa de Polanco, muy firme, nueva, apenas 5 años, y no pasó nada.Era una casa de primer piso sobre Basterrica, con una reja de madera que estaba siempre abierta. Vimos explotar la Chilena de Tabacos y pensamos que había sido una bomba de bencina. En los edificios de atrás se quebraron vidrios y cayeron peligrosamente, pero nadie resultó herido. Llegaron algunos vecinos casi llorando, pero se enojaban porque nosotros estabamos tomando  onces tranquilamente. Al Pablo, que tenía 1 año me lo colg

Trimmer

Trimmer  Los uniformados en piquetes detenían al que les pareciera rebelde. Lucho tenía que sacar de la casa de su compañera,  documentos puestos bajo la cama. Antes de salir, se miró en el espejo, temía que así lo detendrían los milicos. Armó el  trimmer, colocó las tres hojas de afeitar en la carcasa plástica y comenzó a recortar su melena negra. Mientras iban  cayendo manojos de pelos y sueños, Lucho dejó escapar una lágrima varonil, sabía que era el fin. Mientras cambiaba su  atuendo, con jugo de limón se peinó hacia atrás, se puso una camisa blanca, hizo el nudo triangular a una corbata  delgada y se calzó un par de lentes de marco grueso. Cuando llegó donde Patricia, ella no lo reconoció. Desde esa tarde,  el trimmer corrió de mano en mano y fue gran ayuda para pasar a la clandestinidad; aunque todo pareciera un juego de  máscaras. _______________________________ Hernán Narbona Véliz, año 2013, microrelato.

Pude morir un viernes

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  Pude morir un viernes   El infarto cínico se disfrazó de dolor de estómago y atacó a las 3 de la madrugada del jueves 25 de noviembre. He vivido para contar la historia y tengo la información privilegiada al haber sido cronista de mi propia aventura. Las primeras horas, en la madrugada, recurrí a tes medicinales, pero el dolor en la boca del estómago era agudo y frío, impedía estar quieto o conciliar el sueño. Me paseaba por la gran casona. No tenía dolor en los brazos, no me dolía el pecho, pero instintivamente durante todo el tiempo, tosí mucho, como para expulsar el dolor, el cual atribuía a algo que habría cenado o quizás por haberlo hecho muy tarde. Llegó la mañana, había amanecido, el dolor no pasaba. Me dije, cuando pase el dolor de estómago dormiré y por ahora voy a comenzar la jornada como de costumbre. Amanecido, me duché y me vestí para iniciar mis actividades, lo cual significó a las 8:00 hrs hablar con el colega que me subroga, para indicarle que había pasado muy mala

Una historia personal

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  D esde la Loma.   De pie, en lo alto de la montaña, el niño vislumbra su futuro. Imagina lugares desconocidos y distantes más allá del horizonte que alcanza con su vista. Piensa en otros niños y en gente adulta que, como él, también han de soñar cosas para su futuro. El lugar que le sirve de dintel para ver e imaginar el panorama; más allá de lo que sus ojos alcanzan, es un lugar conocido. Familiar y muy querido. Rodeado de viejos árboles de ciprés sembrados por manos bendecidas, antaño, una pequeña explanada situada en la cima de la montaña desde donde se divisan, allá abajo, otras montañas que anuncian profundas cañadas entre una y otra. Más allá, entre la bruma de las nubes que comienzan a formarse, se alcanza a ver un horizonte distante que se pierde a la mirada. La “Loma” le dicen todos a ese punto en la montaña. En la “Loma” es común ver a la gente del lugar y a fuereños que lo visitan, pararse allí para llevar su vista y seguro también sus pensamientos a lugares remoto

La partida de Carmelo, el “Meco”

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Por Facebook me enteré de tu muerte, querido Carmelo López, y me sentí desolado. Hace tres o cuatro años en una de las últimas fiestas de La Rial, en Villaflores, me saludaste. Tenía más de sesenta años de no verte y al acercarte y preguntar si me acordaba de ti, mentí por cortesía y contesté afirmativamente; pero la verdad es que no supe quién eras.  Hasta que J J Solórzano me preguntó: —¿Ya saludaste a Carmelo? Él me preguntó por ti. Me llevó contigo y corregí mi error. Te abracé y te pedí mil disculpas. La verdad no habías cambiado mucho, pero es que no te vi en el proceso de arrugamiento. Cuando nos conocimos yo tenía nueve años y vos diez más. Alto, meco, colocho y siempre risueño. A pesar de la diferencia de edades fuímos amigos. Eras el “second” o mano derecha del padre Roberto Trejo en las tareas de la iglesia, yo su monaguillo (monigote decía mi abuela) y su estorbo en las misas. Como si fuera hoy te veo subir al campanario de la vieja iglesia, y si eran repiques a horas inusu

Nuestros Años Plateados

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“No me digas viejo, sólo soy el doble de joven que tú”  Del libro Esbozos La juventud es energía pura empujando los cambios, es la evolución que forja futuros, derrumbando las murallas conservadoras de época, es el paso avasallante que rompe atavismos y crea espacios propios. Esa actitud de vida, que llamamos juventud, puede ir en un cuerpo vigoroso o en uno desgastado por los años, pero , en esencia, se puede mantener, si el ánimo de rebeldía se mantiene. Otro criterio para mirar la madurez se ubica en la consecuencia de vida acumulada, respecto a las convicciones y creencias. Envejece quien carga con incoherencias, cuando se ha vivido a disgusto consigo mismo, porque eso hace infelices a las personas que no han hecho aquello que les habría gustado y que los apasiona, no lograr aquello que los llena de satisfacción. Llegar a la madurez con menor o mayor carga de frustraciones, de luchas no dadas, de amores negados, de ideas que no aterrizaron, de silencios que duelen, significa que aq