Trimmer
Trimmer
Los uniformados en piquetes detenían al que les pareciera rebelde. Lucho tenía que sacar de la casa de su compañera,
documentos puestos bajo la cama. Antes de salir, se miró en el espejo, temía que así lo detendrían los milicos. Armó el
trimmer, colocó las tres hojas de afeitar en la carcasa plástica y comenzó a recortar su melena negra. Mientras iban
cayendo manojos de pelos y sueños, Lucho dejó escapar una lágrima varonil, sabía que era el fin. Mientras cambiaba su
atuendo, con jugo de limón se peinó hacia atrás, se puso una camisa blanca, hizo el nudo triangular a una corbata
delgada y se calzó un par de lentes de marco grueso. Cuando llegó donde Patricia, ella no lo reconoció. Desde esa tarde,
el trimmer corrió de mano en mano y fue gran ayuda para pasar a la clandestinidad; aunque todo pareciera un juego de
máscaras.
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Hernán Narbona Véliz, año 2013, microrelato.
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