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Mostrando entradas de diciembre, 2020

Un traje crecedorcito

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  Su papá compró un corte de casimir Bellavista Tomé, color café oscuro, en el Bar “Donde Nunca se supo” . Seguramente, hizo un trueque, recibiendo la pieza de tela como pago por algún brasero de fierro o una plancha a carbón, que él solía fabricar para su familiares y amigos. Esa tarde de sábado Gustavo llegó feliz a casa con la pieza de tela, diciendo que era un regalo para su hijo Nancho. Isabel decidió llevar la pieza de tela donde la Señora Esterbina, modista amiga, que vivía en una casona del cerro Florida, a dos cuadras del ascensor. Ya el viaje en sí era una aventura, que le significaba tomar dos ascensores, el trolebús, de paso, ganarse algún completo, con leche con plátano, en el Návoli. Nancho tenía unos 8 años y le encantaba ir con su madre a esa casona de Doña Esterbina, que vivía en un segundo piso y abría la puerta con un cordel. La casa estaba a la entrada de una empinada calle, que partía en la Avenida Alemania y el cielo parecía ser su límite. Lo que entusiasm

La boda de la Rosalba

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¡La Rosalba se casa! La noticia se esparció por el pueblo como reguero de pólvora. Lo había comunicado a su círculo más íntimo su madre, doña Sofía.   El padre de la Rosalba era Don Alfonso, el Alcalde y diácono, por añadidura, lo que lo hacía un gran conocedor de la naturaleza y más aún, de las debilidades humanas. Cuidaba mucho su reputación y la de su familia. Especialmente la de su única hija.   El pueblo lo sabía. Y sabía también que la relación de ambos jóvenes no llevaba más de dos meses.   Por eso. Y porque en el pueblo se seguía con la tradición de respetar las formalidades inherentes a una boda, lo que llevaba bastante tiempo,  la noticia causó tanto impacto.     ¿Estará embarazada? La hija de Doña Eufrosina que trabaja en el consultorio asegura que no.   Y como no se encontraba otra razón para casarse tan abruptamente, la duda,  como un enorme manto, cubrió a la comarca.   No se hablaba de otra cosa y las hipótesis variaban desde el negado embarazo ha

UN ENCUENTRO INESPERADO

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                                                            M aría Isabel Briones y Susana Veloso eran amigas desde la infancia y esa amistad perduraba sin sobresaltos hasta adultas.    María Isabel se había titulado de enfermera pero no ejercía para dedicarse al cuidado de   Renata, su hija de 6 años, lo que consideraba, y su esposo estaba de acuerdo, como prioritario en esta etapa de su vida, por lo que se podía definir como Dueña de Casa. Estaba casada con Juan Pablo Carducci, Contador Auditor, Ejecutivo de cuentas de Grandes Empresas de un importante Banco nacional y con una gran fama de conquistador durante su juventud, afición que había abandonado de plano al casarse ya que consideraba que ninguna mujer valía la pena como para arriesgar su matrimonio. Llevaban una vida   sin sobresaltos pero más bien plana. Su únicas distracciones como pareja eran salir a comer de vez en cuando con amigos, casi siempre con los mismos y muy ocasionalmente ir a jugar bolos, la entretención fa