La muerte de tío Tobita


Una fría madrugada de enero, fuertes golpes en la puerta me regresaron al mundo de los despiertos. En casa, el Botones, consentido caniche de Dora Celina, ladraba solidario con los de afuera. Vi el reloj: dos de la madrugada. Tiritando, pregunté:                

—¿Quién es?                

—La vieja Inés! —oí la voz de mi primo Pepe Menelao.

Abrí. Lo acompañaba, el Mapechiapa, otro primo. Varias veces ese par llegan a tamborearme la puerta a deshoras buscando platicar conmigo. Junté toda la paciencia que pude:

—¡Cabrones, les advertí ya, que cuando anden bolos no soy sus primo! No los conozco, mi casa no es cantina. Ustedes y ese chucho ya despertaron al vecindario.                

Iba a cerrar, Pepe Menelao se me cuadró como un recluta ante su sargento.

—Primo, no estamo bolos. Ese tu chucho mampo es el que hace escándalo. Te Venimo a informar que tío Tobita parece que quiere “patiá el balde”.

—¿Quiere jugar futbol? ¿A esta hora?

—Negativo, pariente, a tío Tobita le dio el soponcio y está grave. Creo que no tarda en causá baja: ¡Es un 10-4!

Pepe estudiaba por correspondencia para detective privado.  Apenas recibió la primera lección, pero ya usaba la jerga policiaca.                

—¿Que es un 10-4? —pregunté.                

—Es una clave.                

—Eso ya lo sé, sonso ¿Qué significa?                

—Muerte natural —dijo.

—¡No puede ser! Ayer platiqué con él, estaba a toda madre, ¡hasta contó chistes!

—3.1416. Pero el impacto fue hace un rato, no ayer.

—¿Qué diablos es 3.1416?

—Es “Pi”, es un “Sí” camuflagiado pa’ que la delincuencia no nos entienda.

—No solo la delincuencia, nadie te entiende —le aclaré.                

Lo que mi primo llamaba “soponcio e impacto”, los médicos le dicen infarto. ¡Tío Tobita, un hombre muy estimado! Aficionado al dominó, al argüende y a criticar al presidente municipal en turno. Pero, ¡dichoso! (solía inventar dichos): “La cerveza es pa’ los reyes, el agua pa’ los magueyes y si sobra, pa’ los más güeyes”. Otro: “hay mujeres que dan ganas de morderlas y yo… Chiniji”.

—¿Vas a i’ con nosotros?                

—¡No! ¿Están con él, su mujer y sus hijos? —pregunté.                

—Sí, todos.                

—Ellos deben de está. Ahora, si son tan gentiles, lárguense, que voy a intentar dormir un rato.                

—Te vamo a esta reportando lo que pase —amenazaron.                

Media hora después, otra vez tamboreaban la puerta y el chucho escandalizaba.                

—Primo, tío Tobita está casi muerto, ya boquea como bagre en cubeta, ¿vas a i’? —preguntaron.                

—¡No! ¿Está ahí el doctor?                

—Sí, hay dos.                

—Ellos deben de está. A ver si me dejan de estar jodiendo, necesito descansar.                

—¿No vas a acompañarnos?                

—¡Ahorita deben de está los que deben de está! —filosofé.                

Pasó una hora, y otra vez ellos:                

—Primo, ¡ya murió!                

—¿Quién?                 

—¡Que cabrón sos! ¿No? —protestó Pepe Menelao—. Toda la noche te hemos reportado el caso de tío Tobita, y ya que es un 10-4, positivo, preguntás ¿Quién?                

El Mapechiapa me informó:                

—Tía Altagracia dice, que hagás el favor de ir al rancho a escoger una vaca flaca, pa’l estofado y darle de tragar a la gente que llegue al velorio.                

 En mi pueblo se acostumbra alimentar bien a todo el que asiste a un velorio.                 

—¿Te acompañamo? —preguntaron.                

—Positivo, ‘ora sí me toca darle un 10-4 al bovino —imité al futuro detective.                

El Sherlok Holmes de caite, aclaró:

—¡No te hagás el chistoso; asesinato es un 10-20! 

 La noche estaba más oscura que la conciencia de mis parientes. Les invité un café mientras aclaraba. La última vez que fui de noche a escoger una víctima para el estofado, me cargué una vaca de otro rancho, me acusaron de abigeato. 

Pepe Menelao, ceremonioso, propuso:                

—¡Pido un minuto de silencio para honrar la memoria de tío Tobita, que en vida, contaba chistes tan malos que daban gana de matarlo!

 —En vez de silencio, mejor pedí pan, mientras, le platicamo como estuvo la defunción del difunto —dijo el Mapechiapa.                

El talón de Aquiles del tío siempre fue su mujer, Altagracia. Que ni era alta, ni tenía gracia, más bien, era una gran cabrona. El matrimonio tuvo ocho hijos, unos se parecían a él, otros a ella. El chunco, salió güerito, cabello ondulado y ojos azules, brillaba entre tanto renegrido.                

Tío Tobita recurrió a los álbumes familiares, no encontró ni un meco ¿Qué pasó? Siempre lo martirizó la duda. Con su último aliento, el moribundo preguntó: 

—Altita, no me quiero morí con la duda, decíme: ¿El meco es mío?.                

—¡Ah, no, pendeja no soy! ¿Y si no te morís?                

En ese instante, tío Tobita pegó el brinco mortal y con los ojos abiertos buscó la luz.                

—¡Vieja cabrona —externé—, nada le costaba decir que sí!                

—Él tuvo la culpa —dijo el Mapechiapa— ¡Pa’ qué pregunta! Yo lo escuché decir varias veces: “Dueño de la vaca, dueño de la cría”.                

—Entonce no lo mató el infarto —concluí— ¡Lo mató la duda!                

—3.1416, primo, 3.1416 —dijo Pepe Menelao— ¡Por primera vez en tu vida le atinás a un diagnóstico!


Enrique Orozco González

Glosario:

Chiniji.- que le falta uno o dos dientes de adelante.

Mampo.- Chucho fino que ladra rarito.

“Patiá el balde”.- Fallecer, estirar la pata con un balde cerca.

Meco.- Rubio de rancho.

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