Mi amigo y el tren
Mi amigo y el tren
Los pasajeros ya están dispuestos a
abordar, las mujeres de la localidad ya con los canastos vacíos de frutas y
gallinas sacan sus pañuelos y secan su rostro sudoroso, sus faldas largas y
floreadas su piel tostada por el sol, los pasajeros de primera se acomodan en
los pocos asientos que tiene la estación.
Y en este caluroso poblado, un joven de
grandes sueños que vivía cerca de la estación deseaba trabajar en el tren.
Ese día muy temprano se despertó y decidido
a encontrar trabajo salió se despidió de
su madre, su pelo engomado su camisa blanca, las palabras claras y precisas
formaron una frase en el silencio de la pequeña casa, “madre hoy voy a ir a pedir trabajo a la
estación” su juventud aguerrida le da la energía suficiente para correr sobre la calle empedrada y se enfila
hacia la estación, se dirige ante un fogonero que apurado bajaba de su comisión
sucio y cansado, dime donde puedo encontrar trabajo pregunto Carlos, corre al
fondo hay una oficina pregunta por el sr Jonhson es un gringo viejo con un puro en la boca, güero como la
tiznada no te confundirás, pero te advierto se requiere responsabilidad y mucho
coraje, también un amor profundo por dejar tu tierra varios días, Carlos corrió
hacia la oficina y vio a lo lejos a un hombre alto inconfundible. Era el gringo,
buenos días busco trabajo en el tren, a lo que él preguntó: Carlos, ¿sabes leer? Claro, termine
mi educación primaria contestó Carlos, pues bien regresa al terminar la semana,
el tren regresara en esa fecha, trae ropa para varios días y algo de dinero porque
si no trabajas, té dejare en el pueblo de Arriaga.
El sonido de la enorme maquina anunciaba su
salida el grito de vámonos, las personas subiendo al tren, Carlos se quedó
maravillado.
Carlos regreso a su casa, no sin antes leer
el anuncio de la próxima corrida de toros, se refrescó con un agua de guanábana
que fresca le sabia a miel, con aquellos pedazos de fruta blanca.
Feliz
y emocionado corrió, mamá conseguí el empleo, en 6 días regresa el tren a la
estación.
En su pequeña casa de paredes limpias y
encaladas, Carlos soñaba con el próximo trabajo.
Esa noche salió a la calle se sentó en la
banqueta y miró al cielo, las estrellas cubrían la obscuridad y un pequeño
candil iluminaba su cuaderno y escribió un poema, las frases se unían como las
manos cálidas que se acarician con bondad.
Los días pasaron volando, llegó el día de presentarse a la estación, un poco de ropa y unas monedas se despidió de su madre y llegó al esperado trabajo, el sr, Jonhson lo vio a lo lejos y gritó: fogonero, ése será tu primer trabajo, la escena de la partida del tren se repetía ante sus ojos pero ahora, el iba en el tren, a lo lejos se encaminaba el tren sobre los rieles y el sonido invadía sus oídos, como el canto de los pájaros por la mañana, los arboles de la costa y los paisajes eran maravillosos el calor se calmaba un poco al sentir la brisa del aire correr, el trabajo era duro pero la emoción podía mas que el calor y el carbón, don Jesús mejor conocido como Chus, era un veracruzano alto y de pelo rizado con un acento característico lleno de malas palabras, pero con noble corazón.Él seria su jefe, cada lugar era una novedad, y en cada parada un delicioso manjar, desde un huevo duro con arroz, hasta un pescado baldado acompañado de una rica agua de piña, el tren era un mundo diferente, en el viajaban hombres de traje y gente del campo que ofrecía sus frutas de temporada.
En una estación vio desde lejos subir a una hermosa joven de ojos
rasgados y piel canela, su cuaderno arrugado fue abierto en la noche de
descanso.óus manos sucias por el trabajo no impidieron escribir un poema, la
escritura fluyo desde el fondo de su corazón, y vio reflejado el encanto de una
mujer costeña, pueblos y pueblos recorría el tren que unía la costa y llevaba
desde un pasajero extranjero hasta costales de café se movía lento pero con
ritmo.
En sus viajes conoció mucha gente, lugares
fantásticos, animales exóticos y comidas
extrañas para el paladar de alguien que no forma parte de la costa mexicana,
vio subir a un hombre tan alto como un gigante, bandoleros que asaltaban el
tren, y también conoció playas hermosas
y soleadas, el frio del Distrito Federal y su vida siguió, fue guardesa,
calzador, guardagujas, visitador, guardafrenos, guardanoches y capataz, siempre
atento a su trabajo, y como siempre partía de noche y regresaba a su pueblo
costeño al amanecer, los años pasaron y yo su amiga lo conocí en un parque, cuando
su pelo ya era blanco y usaba un bastón, me sorprendió la facilidad con la que
escribía un poema, cada historia contada de la ciudad de Tapachula, su
ortografía impecable y su caballerosidad, era un historiador nato, sus
aventuras quedaron registradas en mi corazón y lo veía cada sábado en el mismo
parque, pero la vida en el mundo cambio, el hombre en su afán de dominar, sin
cuidar la naturaleza, produjo un virus letal, las personas se escondieron,
muchos fallecieron, jamás la humanidad recobro su fuerza y libertad, el tren
había desaparecido muchos años atrás, y a Carlos nunca lo pude volver a ver en
el parque.
De capataz paso a ser maquinista y con los
años logró dominar la tecnología de tal manera que habían noches de insomnio
que con su amistad y poemas alegraban mi noche obscura, una mañana de mayo
partió hacia la ultima estación, lleno de recuerdos y anécdotas, de este viaje
en tren no habría retorno, la banca del parque esta vacía de un lado y yo
sentada del otro lado extrañando a mi amigo y el tren.
LA FLOR
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