Arrebato
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ARREBATO
La calle estaba desierta. Eran las tres de la tarde y el calor brotaba del asfalto. Escuché un grito, miré a la izquierda y vi correr a la mujer empapada de miedo.
Me persigue y sé que está cerca, todo mi cuerpo lo siente y me estremezco. Corro desbocada y no quiero mirar atrás. No aguanto mis ojos cegados por esa visión perversa y por eso grito ahora más fuerte, para alejarme del silencio. La seguí con la mirada hasta que dobló la esquina. Parece que huye, pero no se ve a nadie que la persiga. Tal vez alguna fatalidad ocurrió en su casa. Puede que haya perdido su trabajo, esté desconsolada y las deudas la abrumen hasta el dolor. La calle sigue desierta. Ella avanza esquivando baldosas sueltas. Cierro la boca.
Algunas ventanas se mueven a mi paso y sé que hay gente escondida detrás de ellas. Mejor camino para no despertar sospechas; apuesto a que me creen la loca del barrio. Ellos no saben nada. Fáciles para juzgar sin conocer los hechos, difíciles para olvidar. Debo llegar para ponerlo a salvo. La mujer aminora la marcha y evade las ventanas. Ha dejado de gritar. Parece más tranquila, pero la mente es difícil de escudriñar. A lo lejos se escucha el motor de un auto y la mujer mira sobresaltada hacia todos lados.
Ese auto es sospechoso, seguro que lo mandó para seguirme y controlarme. No sé cómo me metí en esto. Recuerdo que al principio todo era distinto, las cosas andaban bien y reía con frecuencia. Es verdad que con el tiempo las cosas cambiaron, que he perdido algo de cabello y no soy atractiva, que no río, que me dedico todo el tiempo a cuidarlo.
Bueno, ya estoy llegando y el auto está lejos, tal vez no me vieron. Entra en una casa vieja y bien mantenida. Los postigos entreabiertos apenas dejan escapar un poco de luz artificial. El auto ha desaparecido. Veo las hojas inmóviles de los árboles a punto de caer.
Hay ruidos en la casa. ¿Cómo
llegaste? No me lo quites, le grito con horror y me aferro con fuerza. Con lo
demás puedes hacer lo que quieras, con él no. Es mío, siempre lo ha sido y tú
no tienes derecho porque esto lo hice yo sola. Ya deja de estar metiéndote en
mis ojos, en mi vida; deja las amenazas y las llamadas a cualquier hora. Eres
un infeliz que me persigue por todos lados, amedrentándome hasta en los sueños.
Ya sabes que defenderé lo mío hasta la muerte. Debo protegerlo de ti, de todo
lo malo de este mundo. La puerta está entornada. Desde la sala se escucha la
voz alterada de la mujer. No hay nadie más. Ella gesticula y los sonidos se van
apagando cuanto más me acerco. Tiene algo en sus brazos. Las lágrimas le llenan
la cara y mojan la muñeca que arrulla contra su pecho entre hipos y sollozos.
Autor Marco Ponce
Adroher (Montevideo, Uruguay, 1957). Escritor uruguayo-panameño, editor,
agrónomo y meteorólogo. En 2019 ganó el premio Centroamericano de Literatura
«Rogelio Sinán» por el libro de cuentos 'Esquirlas '(Editorial Tecnológica,
2019). En 2009 obtuvo el accésit del premio Nacional de Cuento «José María
Sánchez» con su obra 'Entonces percibo el silencio' (Litho Editorial Chen,
S.A., 2016).Sus cuentos aparecen publicados en periódicos nacionales, en la
revista Maga, y en las antologías Venir a cuento – Cuentistas emergentes de
Panamá (2012-2019) (Foro/Taller Sagitario Ediciones, 2019),
Minificcionario – Compilación histórica del minicuento en
Panamá 1967-2018 (Foro/Taller Sagitario Ediciones, 2019), 'Los recién llegados:
54 cuentistas inéditos cuentan en Panamá' (Foro/Taller Sagitario Ediciones,
2013), y 'Contar no es un juego' (Litho Editorial Chen, S.A., 2007).
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