Don Peño


Mi comadre llegó feliz a contarnos que había conocido a un caballero muy culto e interesante, que había llegado de Australia y que le había traído un regalo de su hermana. La había llamado por teléfono y había llegado esa tarde a dejarle el encargo. Ella lo invitó a tomar un tecito y allí él le contó que era su primer viaje, desde 1974, cuando había partido Australia, como consecuencia del golpe de estado.

Mi comadre nos contaba que el hombre le había caído muy bien. Durante las onces, entabló conversación, repasando su matrimonio, su viudez reciente y el hecho de haber vivido muy joven, cómo se desintegraba la familia, por efectos del exilio de muchos de sus parientes.  Cuando ella preguntó qué hacía él en ese tiempo de los 70, él le contó que era aduanero y que lo habían enviado a la universidad a perfeccionarse. ¡Qué coincidencia! Mi compadre también es aduanero... "Cuando lo nombré, compadre, se acordó altiro de usted. Por eso vine a contarles, pensé que sería lindo juntarse después de tantos años".

A medida que mi comadre m contaba de su nuevo amigo, yo me sentía emocionado, recordando el saludo de despedida en Lima, en 1974, cuando él partía a Australia y yo a Buenos Aires. Me puse a preparar un convite para recibir al viejo condiscípulo, al compañero de poncho de castilla, a quien bautizamos Don Peño, por  su participación activa en las peñas folklóricas, donde se ocupaba siempre de los detalles. Lleno de románticas imágenes, de canciones protestas, preparé para esa tarde de sábado vino navegado, mi compañera hizo empanadas, preparé la máquina fotográfica, me aseguré que tuviera rollo y, así, todo estuvo dispuesto para una tertulia de poesía y política, como en los viejos tiempos.

 Llegó el día y la hora señalada, las nostalgias esperando, suena el timbre y llegan mi comadre y Don Peño. Grandes abrazos, luego, un brindis y la ansiada conversa. Hasta los tres hijos habían cooperado, ayudando a ordenar y también esperaban curiosos lo que pensaban sería un cruce de recuerdos con resabio a revolución. El vino tibio con canela y naranja abría un día de reencuentro. Primero, las empanadas, luego, un asado de chancho, que no se fuera a ir con hambre la visita. Hasta ahí todo fue cruzar algunos monosílabos y sonrisas.

Los postres, mote con huesillos,  un bajativo, la sobremesa...

 - ¡Ya poh¡ Don Peño, cuéntanos, que ha sido de tu vida...

- Te puedo decir que soy un hombre nuevo...

 Con esa introducción, pensé que se venía una epopeya, de labios de un gurú...pero, la vida te da sorpresas...

 - Soy un renovado, amigo... soy Representante para Chile de la firma Amway, empresa líder internacional en productos de limpieza, que me ha hecho conocer el éxito. Por eso he venido a tu casa, porque siento que debo compartirte esto, y traerte la mejor oportunidad de negocios, en algo que nunca está demás, porque basura hay por todas partes, productos para limpiar alfombras, algo que no tiene parangón, tú adquieres tu kid y montas tu negocio, generas tu organización y percibes una parte del precio de venta, tú puedes asociarte a Amway y olvidarte de tus problemas.

¿Puedo hacerte una demostración? Casualmente, ando con algunas muestras, si me permites..

 Bajé la mirada al piso, buscando alguna alfombra…

Don Peño, el compañero del poncho revolucionario que vendía El Siglo, era, efectivamente, un hombre nuevo.

 

Caballero de la Rosa


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