Carne de gato
Al salir de la cárcel, respira profundo. El
olor a maíz nuevo lo hace sonreír. Ernesto disfruta cada detalle mientras
camina; a lo lejos, escucha unos cantos gregorianos. Mira a su alrededor, la
calle está desierta. Si su vecino no hubiese confesado el horrendo crimen, otro
sería el cuento. Él estaría cumpliendo una condena injusta y comiendo carne de
gato.
Sonia Ehlers
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