Los angurrientos
¿Le ha pasado alguna vez? Que sea usted el que siempre invita mientras un montón de frescos se hacen los lesos y nunca asumen ellos invitarlo a usted. Esta nota es un desahogo. En el Diccionario de la RAE encontré una vieja palabra que da título a esta nota y que usaban muy bien las abuelas para señalar al tragón que quería comerse la comida de todos, terminaba su plato y seguía con el del vecino. Significado según la RAE: Ávido, codicioso, hambriento.
Quizá Ud. sentirá que este cronista sangra por la herida. Es
cierto, esta nota no es una abstracción, está escrita desde la experiencia
práctica, de las conductas vivenciales que a lo largo del tiempo han afectado
la convivencia con familiares, vecinos y amigos, en general cualquier instancia
social donde aparecen estos depredadores de los afectos. Porque en una ocasión,
después de viajar más de 3 horas manejando para saludar a una tía que al
parecer estaba grave, ella con una impecable caradura expresó al vernos, sin
acercar ni un vaso de agua, “tomen asiento que es lo único que les puedo
ofrecer”. Mi padre debió sentirse dolido ante tamaña ingratitud de quien
siempre él atendió y protegió generosamente. No sé si es un síntoma de vejez o
es la expresión de una forma de ser que se profundiza en el tiempo, el egoísmo,
la avaricia, la egolatría y también la envidia.
Estamos hablando de los frescos, bolseros, amarretes,
sinvergüenzas. Por donde se mire y converse, aparecen indefectiblemente este
tipo de personas, altamente egoístas, miserables, que no comparten lo suyo,
pero se creen con el derecho a usar o consumir lo que legítimamente es de los
demás. Sin pretender especulaciones científicas, trabajo que dejo a los
psicólogos, simplemente como cronista de época relevo una situación extendida
en este otro Chile, la sociedad en que nos hemos convertido y en donde los
güiñas, depredadores, ególatras y manipuladores de afectos proliferan y le
amargan la vida a buena parte de la sociedad chilena, que desconfía, se cierra
y es cada vez menos gregaria por estar curada de espanto.
El chileno medio, ése que calla, habla con eufemismos, con
esa cuota de hipocresía que llaman ser “políticamente correcto”, aguanta estas
situaciones sin asumir que está siendo violentado por ese familiar o amigo que
siempre se aprovecha de su generosidad, pero que jamás llega aportando algo,
viene con un apetito acumulado y arrasa con lo suyo, con lo nuestro y lo de
todo lo que se mueva. No decir las cosas por su nombre, va minando las
relaciones de convivencia correcta. Porque es de buena educación llevar un
obsequio, una botella de vino o un pastel, para compartir con los amigos.
Porque cuando te invitan, queda la deuda de una invitación en reciprocidad, sin
parafernalia, basada en la gratuidad generosa que se da entre amigos o
parientes que de verdad se quieren.
En un matinal de verano se planteó el tema de los bolseros y
cundió en las redes como una tormenta de indignación, miles de testimonios
circularon en torno a los frescos que abusan y van quemando naves, hasta
terminar solos. El típico caso de esa amiga que pide prestada ropa, que jamás
devuelve, que llega con sus hijos y les trae yogur sólo a ellos y nada a los
hijos de la dueña de casa. Esos frescos que son rápidamente detectados por el
grupo: los pistoleros buenos que no disparan nunca; el fresco que sabiendo que
la cuenta se dividirá pide platos a la carta, tragos adicionales y después es
subsidiado por todo el resto de comensales. El que se deja caer como visita y
se pega por varios días, haciendo uso de tu dinero y tu hospitalidad para armar
su logística de bolseo continuo, que le permite recorrer distintos sitios, vía
visitas a parientes lejanos, que el resto del tiempo ignora por completo.
Pero, la gente no es tonta, puede hacerse la tonta, pero
poco a poco va alejando al angurriento de su entorno social. Porque este tipo
de personas actúan premeditadamente, como unidades de marabuntas sobre los
espacios de afecto y gratuidad que toda familia tiene con principios de
reciprocidad, de amistad real, donde el fondo común, el malón, la vaquita, se
arman en función de las posibilidades de cada cual, en buena fe y como sano
criterio de convivencia. Sin embargo, los bolseros no pueden con su genio y
siempre están queriendo sacar ventajas, perjudicando a los demás.
Si nos preguntamos porqué es tan difícil convivir ahora en
Chile, una de las respuestas va por esta realidad: hay una parte de Chile con
una ambición desmedida, aspiracionales y materialistas, que trata de usar a las
personas mientras ellas les sirvan. Hay resentimiento y envidia en su actitud.
¿Por qué tú tienes y yo no? ¿Porqué no me das, si es mi derecho tener lo mismo
que tú tienes?
Lo patético es que esa mirada no evalúa el esfuerzo del otro
por alcanzar una posición de éxito, exigiendo a título de nada, obtener lo
mismo y ahora, de lo que ese otro tiene o ha logrado con trabajo y sacrificio.
Los angurrientos son una plaga social y como tal hay que tomar medidas
preventivas, para desenmascararlos y también aislarlos como lo que representan,
un virus de la sana convivencia.
Caballero de la Rosa
Me encantó la crónica. Es un tema universal. Sin embargo debo reconocer que uno de los encantos del lejano Chile era el cariño con el que recibían a las visitas. La conversación amena en que se amanecía entre copas de un rico vino y un ramo de flores. Recuerdo mis primeros viajes solo bajamos unas 3 o 4 personas del avión. Eran otros tiempos ahora los aviones van llenos.
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