La aparente paz
Escucho una vez más, a mis espaldas, mientras escribo en la computadora,
sus pasos lentos, su respirar profundo y arrítmico, el toque del bastón sobre
las baldosas. El roce del material de sus pantalones me avisa de que se acerca
cauteloso. Yo sé que en ese instante hablará muy bajo y, con el rostro
asustado, me transmitirá como de costumbre la peor noticia del día.
Son las únicas noticias que lo estimulan para caminar desde su
habitación, ubicada en el ala norte de la casa, hasta el área sur, donde está
mi aposento. Se para tembloroso en el umbral de la puerta y espera unos minutos
a que yo pregunte:
—¿Dime, papá, se te ofrece algo?
Él, con una voz apenas oíble, dice:
—¿Viste la noticia de Chile?
—No todavía —le respondo.
Él dispara:
—Un terremoto sacudió el país.
Me mira fijamente, esperando mi reacción. Entonces, triunfante, al
lograr el efecto que busca, se retira satisfecho. En esta ocasión, logra causar
alarma y me saca de mi aparente paz. Usualmente, se retira decepcionado.
Sonia Ehlers
Comentarios
Publicar un comentario
Su opinión nos ayuda, la crítica es valiosa, muchas gracias.