Misión para Heracles
Llegó al Olimpo, lugar en el que habitan
los Dioses y Semi-dioses. Una Orden del Gran Zeus, el más grande o quizás de
los dioses, el más terrible. Era perentorio actualizar la época en que los
dioses se paseaban por la Tierra y eran
venerados y temidos.
No podían bajar a la Tierra. La
veneración, temor y ofrendas ofrecidas por la criatura humana
era lo que los mantenía con vida y lo que
los energizaba. Así pues, ya que no estaban en condiciones de bajar. Se decidió
enviar a un semi-dios.
¡ Y qué mejor que al hijo mismo del más
Grande! Zeus¡
De esta manera bosquejaron las nuevas
tareas para Hércules-Heracles, Hijo de Zeus.
Antecedentes previos: Acosados los
habitantes de una pequeña región, rica en recursos naturales: Minerales, como
cobre, oro y litio, y un inmenso litoral proveedor de gran riqueza marina, eran
asolados por una enorme bestia, semejante a la hiedra de Lerna con muchos tentáculos y cabezas, cuyos ojos
hipnotizaban a quienes los vieran, lo que había hecho entrar en profundo sueño
a sus habitantes, trance del que no salían, les hacía perder la cordura y
realizar las peores necedades. Esa comunidad se estaba convirtiendo en un
pueblo zombi.
Las imposibles tareas a cumplir por el
semi dios enviado eran:
· Devolver la vista a la Nueva
Argólida, aquella fértil provincia y señalada en la región, famosa, de remotas
naciones respetada por fuerte, principal y poderosa;
· Hacer huir a los usurpadores
extranjeros de la Tierra sometida.
· Hacer que los argólidos
recuperen su valor y estatura, ya que, de tanto andar inclinados ya no miran el
cielo…
· Reconstruir su Carta Magna.
Una vez que llegó a la región de la
Nueva Argólida, pudo observar los grandes cambios acontecidos tras largo tiempo
a nivel humano. Los seres que allí moraban no sabían de sueños ni de luchas,
vivían en un mundo enajenado y absurdo. Heracles no veía a la Hidra de
múltiples cabezas sólo se sentía su vaho venenoso, que cubría todo ambiente
como una vaguada costera. Oteaba por todos lados para encontrar algún monstruo
similar al León de Medea, sin hallarlo
en paraje alguno. Escondida, la gran bestia, no aparecía ante sus ojos por lado
alguno. Cansado de buscar, Heracles decide partir . Mucho más fácil, ahogar al
León de Medea, cortar las cabezas a la Hidra de Lerna, y sobrevivir a su hálito
mortal, o domar a las yeguas de Diómedes, que luchar con tan terrible enemigo
que está en todas partes y en ninguna.
Vano intento el del hijo de Zeus.
Sergio Barrios Chicaisa
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