Prisionera del Dolor

 

 

 

                   


Se levantó de súbito aquella mañana, se sentó frente al espejo y de pronto descubrió que ya habían transcurrido 40 veranos, su mirada ya no era la misma, su rostro presentaba los rasgos de la madurez, se descubrió una arruga más consistente que las otras, su mirada fue de horror y su expresión tanto mayor.

¿Qué pasó con la lozanía de su rostro, la juventud que tenía y que creía eterna? Su piel ya no tenía la firmeza de los años pasados y las preguntas comienzan a asomar, se mira mientras los recuerdos afloran en su mente como un volcán en erupción, arrasando todo a su paso, cual tornado.

Recuerda sus paseos por el jardín de la casa familiar, sobretodo en primavera, el brote de los árboles y las flores de múltiples colores y ese aroma a jazmín inconfundible,  recuerda cortar los botones blancos de rosas y correr a su cuarto para ponerlos en la mesita de centro, - tenía en aquel entonces 12 juveniles años- era su fascinación ver a través del espejo cómo se reflejaban y soñaba con mil aventuras, todas con un final distinto, pero siempre con Alejandro como su héroe, y  su amor eterno.

Pasaban así los años, Alejandro se tuvo que marchar de la ciudad para seguir sus estudios en Derecho y ella se quedó a terminar la secundaria, con la promesa de amarse hasta la misma muerte y más allá de ella.

Un rayo de sol se reflejó en el espejo y  perturbó su recuerdo, se levantó, se acercó a la ventana, vio su jardín florido, sintió una herida mortal en medio del pecho, sintió deseos de llorar, no podía apartar de su mente el recuerdo de Alejandro.

El aroma de las rosas, del jazmín que celosamente año tras año había cuidado, estaba por  todas partes, sin darse cuenta que para ella los años no habían transcurrido.

Esa mañana despertó, estaba herida, se  sentía marchita, cerró las cortinas, se metió a la cama tratando de olvidar todo.

Tras pasar unas horas se escucha una voz al otro lado de la puerta de la habitación

- Señorita el desayuno está servido…

A lo cual ella responde

- Déjame en paz, no quiero nada, quiero estar sola, por favor…

sumergiéndose en un llanto profundo, tratando de entender la pesadilla que estaba viviendo.

Alejandro no estaba con ella, su único amor ya no existía, ya habían pasado muchos años de aquel fatídico accidente, de pronto viene ese recuerdo a su mente, entonces el llanto es más desolador y quiere arrancar de su mente ese  momento.

Era una tarde del mes de septiembre, después de las fiestas patrias, ella caminaba por el jardín repasando cada momento que pasó junto a Alejandro, cuando un fuerte dolor en el pecho la hizo caer. Trató de sujetarse a lo primero que encontró, un rosal blanco, sus manos quedaron cubiertas de sangre  por las espinas del rosal, fue el presagio a la terrible noticia que sumiría para siempre en la tristeza a la joven muchacha. “LA NOVIA VIRGEN”, así la llamarían en el pueblo, a partir de ese día.

Después de aquel episodio, se retiró a su habitación, una de las muchachas de servicio limpió sus heridas, ella sólo quería estar con Alejandro, no lo podía sacar de su mente.

Sentía que algo no andaba bien, su corazón latía fuertemente, de pronto, su padre llama a la puerta…

-   Hija tenemos que hablar

Un frío desgarrador traspasa sus huesos.

-         Dios que sucede papá ¿por qué esa cara de espanto?

El día soleado ya no lo era, había nubes  grises, como si estuvieran en pleno invierno, un relámpago se oye y la luz se refleja en la habitación, la pobre muchacha insiste con la mirada y luego con la voz.

- Papá, ¿qué ocurre?

El hombre no sabe cómo comenzar, fija su mirada al suelo como queriendo encontrar ahí las palabras correctas, luego  la fija en la ventana y ve como el cristal se va cubriendo de pesadas gotas de lluvia, mientras con ellas va creciendo la angustia de su joven hija.

-         Hija, … es muy difícil decirte esto, pero tengo que hacerlo, hace unos momentos llamaron de la capital para avisarnos algo terrible…

La muchacha interrumpe…

-         ¿Qué le pasó a Alejandro? ¡Díme, papá, ya no calles por favor!

Un grito desgarrador se escucha en la habitación.

 

-         Por favor papá ya no calles, díme, díme…

 

-         Hija, lamentablemente, Alejandro, sufrió un accidente y se encuentra muy grave, pero dentro de su gravedad pide tu presencia por eso debes prepararte porque salimos ahora para la capital, Ramón ya está preparando el auto, estaremos allá en unas cuantas horas.

El corazón de la joven, palpita a una velocidad sorprendente, acuden a su mente tantos recuerdos, el momento que vio por primera vez a Alejandro, arriba del manzano del huerto de atrás, él tendría en aquel entonces unos 10 años y ella cerca de los 7 y desde entonces sus miradas y sus corazones se unieron para siempre, el jamás dejo de ir a casa de la joven, ambas familias se hicieron muy amigas.

 Cuando los jóvenes se comprometieron se dio una gran fiesta, los padres estaban felices y sacaban la cuenta de cómo se dividirían las visitas de los nietos, hacían apuestas para ver quien pondría el primer nombre del primogénito de la familia, mientras las madres se dividían los colores de los ajuares, entre tanto  el  joven  terminaba en la capital sus estudios de derecho, carrera que heredó de su padre y de su futuro suegro.

La tarde transcurrió tan rápido, Ramón avisa que el auto está listo; ella sube a la parte de atrás, sus zapatos mojados por la fuerte lluvia y su corazón destrozado, la mente difusa sin poder comprender que es lo que está sucediendo

­­­­-- Alejandro, Alejandro, musitaba…  era lo único que rondaba su mente perturbada.

En su cara,  las gotas de lluvia se mezclaban con las lágrimas que caían de sus ojos como torrentes cordilleranos, su padre sentado a su lado, hablando de tantas cosas, y ella sin escuchar nada más que los latidos de su turbado corazón.

Su mente volvió al pasado al momento cuando Alejandro le pidió bajo el cerezo florido que fuese su esposa, y el botón de rosa blanco que escondía el anillo de compromiso que uniría sus corazones para siempre.

El día estaba soleado, la brisa era suave como un beso de media noche, tan suave como las caricias del alma, tan tenue como la llovizna de la tarde, tan dulce como las notas musicales de un acorde de guitarra, así de noble, así de puro era el amor de estos dos jóvenes que se enamoraron al cruzar sus miradas una tarde de primavera.

Tan lento era el marchar del auto, los minutos tardaban  tanto en avanzar y la lluvia era cada vez más densa, los truenos cruzaban el camino,  la claridad  estremecía los cuerpos, asustando al mismo corazón.

De súbito se escucha el grito desgarrador de la joven

-         ¡ Alejandro! Amor mío ya voy por ti, espérame…

Tal sería el dolor de la joven, que de los ojos del padre brotan lágrimas, un llanto desgarrador, mientras  trata  de consolar a la joven que no para de llorar y llamar a su amado.

Entre  tanto, en la sala de urgencias del hospital, un joven enamorado llama a la mujer de su vida, pidiendo perdón por el dolor que la causa y sufre por la promesa que no podrá cumplir, porque siente la ingrata muerte rozar su mano y besar su frente.

Las horas pasan lento, muy lento como las arenas de un reloj, de pronto se abren las puertas de la sala de espera, una joven a punto de desvanecerse se sienta en una de las bancas como un presidiario esperando condena, al mirar al médico ve en el a un juez en el tribunal, a punto de dictar sentencia, lo escucha en silencio y no logra entender nada. Sólo oye, su estado es crítico, no podemos hacer nada, puedes pasar a verlo sólo un momento, lo siento mucho de verdad, no podemos hacer nada más.

La joven ingresa y sus pasos cesan, el pecho se le aprieta y no puede articular palabras, quiere despertar de la horrible pesadilla que no la deja dormir, un joven con cara de culpa la mira y alza su mano  y la llama a su lado, ella como un infante temeroso saca fuerza y corre hacia él se aferra su pecho y llora, siente su mano en su cabello y su voz casi al expirar le dice

-         Perdóname, mi ángel..

Y ella llora aún más, lo mira diciéndole

-         No me dejes…

Lo besa suavemente en los labios y él cierra sus ojos y aprieta su mano. El sonido de un artefacto médico la despega de golpe y las preguntas comienzan… ¿qué pasa?

Entra el médico con unas enfermeras y la sacan de la habitación, se escuchan voces ve otros instrumentos y su padre la abraza y ella llora amargamente, pasan largos e interminables minutos, sale el doctor, pregunta por la familia; por el pasillo corre una mujer se miran todos, era la madre de Alejandro y en el grito la pregunta ¡¡¡mi hijo!!! , el doctor pide silencio, la joven casi no puede mantenerse en pie, siente atravesar su pecho con un dolor tan grande, mira hacia la habitación y no ve nada, solo un grupo de gente vestida de blanco, el doctor habla de que Alejandro sufrió un paro cardiorrespiratorio, producto de las graves lesiones que le provocó el accidente. Lo lamento, dice el doctor, mientras la madre grita horrorizada

-         Mi hijo ¡no¡  mi Alejandro, Dios mío porqué mi niño.

La joven pierde su mirada en la blanca sala del hospital, no escucha nada, solo recuerda la suavidad de los labios de su amado en ese último beso, aun siente la tibieza de la carnosidad de su boca, su mano tocando su húmedo cabello mojado por la lluvia, el agitado palpitar de su corazón. Su pecho quiere gritar Alejandro, no me dejes, llévame contigo, ella está inerte, quieta en el mismo lugar, no dice nada, sólo toca la ventana y sonríe vagamente y articula algunas palabras…

-         Sí, sí, mi amor, sí quiero casarme contigo, quiero ser tu esposa por toda la vida, y prometo amarte por siempre, te amo Alejandro, siempre te he amado.

Su padre la abraza y le dice

-         Hija, vamos, debemos preparar las cosas para retirar el cuerpo de Alejandro..

Pero ella no escucha nada… sólo atina a decir, sí, papá, será la boda del año, mi vestido será el más hermoso, quiero muchas rosas blancas y jazmines que sus olores estén esparcidos por toda la casa, papá debes llamar ya a la casa que abran las cortinas que pongan flores por toda la casa, que hoy me casaré con el gran amor de mi vida…

El padre rompe en llanto, y mira su hija, entre sollozos murmura, mi pequeña, no podrá soportarlo. El médico dice ella se encuentra en un  shock emocional, pero que pronto se pondrá bien.

Recuerda que subieron al auto, y ella pide a Ramón que ponga música en el auto y que acelere, pues, deben volver pronto a casa  poner en orden todo, pues ese día habrá fiesta.

-De prisa, Ramón, debemos volver pronto, hay que arreglar el jardín ahí será la ceremonia, hay tanto por hacer, tantas cosas por ver. Papá debes llamar a los amigos más cercanos, toda la gente del pueblo debe estar ahí, quiero que todos compartan mi felicidad, hoy me casaré.

El padre, al borde de locura, no sabe qué hacer; Ramón, lo ve por el retrovisor y ve a la joven que ríe de emoción y el chofer mueve la cabeza de un lado a otro y un mente comenta – la niña se volvió loca, la pena la hizo perder la razón—

Al llegar a casa ella baja corriendo del auto corre al jardín bajo la lluvia, besa las rosas y toma un botón blanco lo corta y se lo lleva , entra a la casa riendo y gritando, preparen la casa hoy habrá fiesta, hoy me casaré con Alejandro, las muchachas del servicio no entendían nada, al entrar el padre lo ven destrozado, se acerca la esposa y pregunta qué sucede y ahí le dice que el joven lamentablemente no logró sobrevivir y que su hija se encuentra en un shock emocional, y que el médico dice que pronto estará bien, la joven grita desde la escalera, traigan flores, la casa debe estar radiante, papá, los invitados, mamá ven ayudarme a elegir mi vestido, la madre rompe en llanto, no puede soportar ver a su niña así…

Desde aquel día, todo cambió en la casa de la familia de la joven. Entraba en su cuarto y cada día era la misma historia: se levantaba y pedía flores porque ese día ella se casaría con Alejandro; la llevaron a muchos especialistas pero ninguno logró hacer que ella recobrara la cordura, su madre falleció a los años, con la esperanza de ver bien a su niña y el padre se consagró a ella, los padres de Alejandro dejaron el pueblo abrumados por la pena de la joven y ella seguía en su mundo, como cada día, esperando a su amado que vendría por ella para llevarla al altar, y así sellar con un beso eterno un amor, puro e incondicional que  traspasaría la misma muerte.

Así, transcurrieron los años, hasta aquella mañana, la joven se negaba a abrir la puerta, no lograba entender lo que pasaba, era todo tan confuso, sólo quería llorar, y sacar de su pecho ese dolor tan grande que no la dejaba respirar, entonces se levanta de la cama se sienta de nuevo frente al espejo, se mira, horrorizada llama a su padre.

-         Papá, ven por favor, ayúdame…

El padre sube de prisa las escaleras, toca la puerta, ella abre aterrada, y le muestra su cara, y le dice

- Papá tengo arrugas? ¿Qué pasó? Dime algo por favor.

El padre se sienta junto a ella y le cuenta lo que pasó, le dice lo del accidente de Alejandro y como ella día a día preparaba la boda, ella rompe en llanto y se abraza a él buscando consuelo, el sol refleja con sus rayos  la habitación y ella sale de ahí secando sus lagrimas, baja al jardín, ve sus rosales, sus pies descalzos pisan la verde hierba, y avanza hacia el cerezo donde Alejandro le pidiera matrimonio 20 años atrás, recuerda cada palabra, cada gesto de su cara, aún siente el calor de sus manos y la suavidad de sus labios.

Al volver a casa todo es más claro, recuerda la despedida de su amor en el hospital, recuerda ese último beso, siente sus manos en su cabello y recuerda la dulzura de su mirar, avanza hacia el corredor y ve la foto de ambos en la pared, seca sus lagrimas y se vuelve a su padre diciendo

-Llévame a donde lo sepultaron, necesito verle…

Su padre llama a Ramón para que prepare el auto, ella entretanto sube a la habitación, se viste con pantalón de color negro, una blusa blanca y se calza unos zapatos de vestir al tono, se mira en el espejo y dice, debo ir compras, la muchacha del servicio aún atónita con todo lo sucedido avisa que auto esta listo y su padre la espera afuera, ella responde.

-         Gracias Marisol, voy enseguida…

La muchacha queda sorprendida, pues la joven recordaba su nombre, baja las escaleras lentamente y dice

-         Marisol, por favor, lleve el retrato de Alejandro a la sala de entrada donde tomaré el té a mi regreso, la muchacha asiente con la cabeza y responde con voz firme

– Sí, señorita, como usted diga…

Gracias, responde ella cerrando la puerta de entrada, pasa por el jardín y se detiene a cortar los botones de rosas mas hermosos formando un gran ramo, su padre la espera en el auto, al subir siente un escalofrío en todo su cuerpo, le pide a Ramón que ponga música mientras el auto avanza; ella piensa y recuerda cada instante de la última visita de Alejandro, pasan por la calle principal y ve el café que solían frecuentar, la plaza donde traerían a jugar a sus hijos y que una vez mayores recorrerían de la mano junto a sus nietos, aún estaba ahí el banco aquel que usaban para descansar y sentarse a tomar helado, la gente la veía pasar y ella veía como murmuraban muy bajito, Ramón manejaba lento y ella observaba todo con mucho cuidado.

Sintió un dolor en el pecho al llegar al cementerio, pero sacó fuerzas y bajó del auto, tomó sus flores y sin darse cuenta las espinas habían roto su mano, pero ella no sintió dolor, sólo quería llegar a aquel lugar donde descansaba su gran amor.

Avanzó paso firme hacia el lecho mortuorio y ahí bajo una pared de fría piedra se encontraba él, tocó el nicho, lo acarició con una paz inusual, rodaron lagrimas por sus ojos, como torrentes en pleno invierno, pero ahora traían consigo tanta paz, sus ojos hinchados por ese medroso llanto, su padre al lado de ella, como su escudero y el fiel Ramón ya no pudo más y pronunció talvez las palabras que su padre no pudo articular.

-         Ya, mi niña, no sufra mas, el joven Alejandro hubiese querido que usted sea feliz, déjelo descansar, es hora que usted también, sea feliz, mi niña, la vida es tan linda y el joven siempre estará con usted…

Puso las rosas en el jarrón, besó la placa del nicho y avanzo lentamente con una sonrisa en los labios.

Al mirar atrás simplemente dijo

-         Hasta siempre amado mío.

A la mañana siguiente abre muy temprano las cortinas de la habitación, llama a la puerta la muchacha de servicio y le dice

- Marisol, hoy tomaré el desayuno en la sala

- Señorita su papá la espera…

 

DORIS MABEL PEÑA SEPULVEDA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Comentarios

  1. Hermosa micronovela
    Muy bien hilvanada
    Con los personajes adecuados con un clima romántico que te contagia y te invita leer hasta el final no decayendo nunca el relato
    FELICITACIONES

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  2. Muy buena micro novela, atragante, mantiene la atención del principio al final.Me encantó.

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  3. Fue una Maravillosa Historia que me permitió transportarme en ella con mi Imaginación a medida de ir leyendo.... Felicitaciones!!
    👏👏👏👏👏👏🙏❤️🌹

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