Gracias a la Música


Suena la música y me lleva a la adolescencia, en un vértigo de emoción recóndita, que aflora como un diario de vida, garabateado con corazones y acrósticos. Aparece de pronto el baile, la sed pasional que vibraba en la media luz de los lentos.

La música es confidente, aparece con rostros que ya casi no tienen nombres precisos, pero permanecen vivos en algún cofre neuronal que las melodías recrean. Es un mágico viaje que, por personal, se hace secreto indecible, apenas suspiro, que la mañana disimula y excusa con mesura.
Estoy escuchando radio, música escogida para quienes necesitan esta íntima terapia para energizar las horas que siguen, con insinuantes guiños al presente, erotizando el domingo.
En medio del jardín, las flores también bailan al ritmo del viento sur, las plantas también gozan la música y las palabras de saludo de la dulce jardinera que las cuida, riega y nutre. La sintonía surge en un pequeño milagro de vida, en medio de una vorágine de negros sucesos, para recuperar la fe y sentir que, más temprano que tarde, el bien vencerá y lo hará envuelto de música, de cantos.
Sentir que la música es un pilar de cultura colectiva, que va creando los nuevos escenarios para conquistar mundos, para convivir en una ronda de confianza y compañerismo.
Siempre estará la música hermanada con la palabra, para tripular la nave hacia puertos tranquilos e imperecederos.

Caballero de la Rosa

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