La urraca

 


Ella, sentada en el portal veía absorta el horizonte. Las urracas no dejaban de lanzar sus chirridos durante la tarde calurosa y densa, mientras trataba de concentrarse en sus ideas. Un sopor fue cubriendo su cuerpo hasta caer en la levedad de un sueño inesperado.
Siempre estaba llena de ideas, en una se veía entusiasmada por alguna actividad en la que quería participar; de forma inmediata se sintió inmersa dirigiendo toda la acción.  La celebración de sus quince años estaba ya por llegar.

Su fiesta tenía que ser la más grande, haría las invitaciones en papel pergamino con letras doradas. Los invitados estarían sentados en mesas vestidas con manteles blancos de sedoso bordado y quince rosas en su centro cristalino, y confites para saborear. Les ofrecería ensaladas frescas, carnes frías, quesos de variados sabores con un postre de natilla cremosa y fresas rojas. La música sería la más alegre con piezas modernas, bailables y divertidas para que todos participaran... y ella bailaría feliz!... Ágil, siguiendo el ritmo ya vestida entre sedas, estaría dando vueltas y vueltas sin parar... ¡Que dicha! -pensaba.



Hasta que una urraca volvió a cantar con tan alto y largo chirrido que la hizo estremecer, sus útiles se deslizaron por sus piernas inertes al rodar hacia atrás su silla. ¡Odio las urracas! -dijo con gran disgusto.
No quería perder mi sueño.

Yolanda Ríos de Moreno.

Agosto 2017.

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