Los zapatos nuevos

 




Muy temprano desperté, el canto del gallo anunciaba el amanecer fresco y frio, sentí el aire silbar en la ventana, me dispuse a ser limpiado con el suave trapo de algodón y perfumado con el talco de aroma a rosas, pero hoy esto no sucedió, no me vi en la alfombra de siempre, las horas pasaban y note que no era calzado, espere y espere, así que decidí salir a buscar a mis dueño, de la esquina obscura del armario aproveche en un abrir y cerrar de ojos en el que buscaban una camisa y salí, no me dejaban en el armario ese no era mi lugar, extrañado y un poco desorientado baje las escaleras, no se escuchaba ruido en la casa y al salir note que el sol de la mañana calentaba a toda intensidad, camine en la calle empedrada y pregunte a la buganvilia que se mecía con su hermoso color rosado al menor soplido del viento has visto a mi dueño, mi querido zapato tu dueño paso ya tiene rato portando unos brillosos y nuevos zapatos negros, mi corazón se sacudió y por un instante pensé en quedarme parado en la esquina sin moverme más, pero pensé que la buganvilia no se había percato bien quien era mi dueño, así que seguí caminando animado  en cumplir el objetivo volver a calzar los pies suaves con los calcetines limpios, unas cuadras adelante observe una niña que feliz brincaba la cuerda, hola ¿ eres tú mi dueña?, no mi querido zapato me contesto no soy tu dueña, como podría serlo soy muy pequeña para ti, tal vez tu dueño es don Beto en la tienda de la esquina camina un poco más, camine hacia la tienda con alegría, el aroma de frutas, el bullicio de la gente me alegro, los gritos de los precios y las ofertas me detuvo. La gente caminaba rápido y decidida a salir de ahí lo más pronto posible, por fin vi aun un hombre alto y corpulento con un lápiz en el oído, me acerque lo más que pude y pregunte ¿es usted mi dueño?, la risa estruendo a carcajadas me hizo retroceder, ¿yo? , no date cuenta uso sandalias de cuero como voy a ser tu dueño, retrocedí y le piso la cola a un gato el maullido me hizo estremecer, lo lamento no te vi, Sali corriendo antes de que me tomara entre sus fauces.

Camine y camine y cerca de un frondoso árbol me acomode, cerré mis ojos y recordé mi grandes experiencias en mi vida de zapato, como cuando entre a un estadio la primera vez,  los gritos y aplausos parecían no tener fin solo logre ver que parientes míos corrían tras un balón y con entereza y fuerza pateaban una pelota, que gran esfuerzo y condición para hacerlo, o la vez que subimos a un barco y al bajar casi me pierdo a punto de caer al agua, la entrada a la oficina todos los días brillando y rechinando de limpios, alcanzaba a ver desde el vidrio de la oficina las personas diminutas que caminaban sobre la calle, me escape muchas veces del café caliente aunque algunas gotas se derramaron sobre mí, era pronta la limpieza.

En la fábrica fui de los primeros que acomodaron en la caja, llegue a una hermosa tienda del distrito federal en la ciudad de México, que se ubicaba en un antiguo edificio, el olor de la tienda era maravilloso, mi dueño me eligió entre varios modelos, y cuando me calzo sentí que nunca más estaría solo.

Al abrir los ojos me di cuenta de la diversidad de zapatos en el mundo, los hay con tacones de madera, bajitos de puras cintas, altos como las torres, de tela y de colores y me quede pensando que paso con mi dueño, porque hoy no me calzo,

Recordé cuantas veces lo acompañé, como cuando bailamos juntos el vals en la boda de su hija, cuantas veces corrimos hacia una farmacia u hospital, las risas de la mañana y el despertar de todos los días, las escaleras de madera el perro que a veces emocionado lamia mi piel agrietada ya por el paso del tiempo y no pude más mis lagrimas rodaron como el chorro frio de la regadera y mi corazón se sintió desconsolado,  muy cerca de ahí escuchaba el cantar de un pequeño pájaro que sobre la rama del árbol trinaba, me quede observando la belleza del ave y su gran libertad el no tenía un dueño y se le veía feliz, brincaba de rama en rama y el sonido de los transeúntes al caminar no lo molestaba, de pronto sentí que alguien corría hacia mí con una sonrisa enorme, me tomo entre sus brazos y repetía sin cesar son hermosos, corríamos entre las calles el sonido de la bocinas de los carros, los semáforos de verde a rojo y la carrera continuaba, llegamos a un edificio de departamentos y subió las escaleras era muy cálido el pequeño lugar, abuelo, abuelo gritaba, mira encontré zapatos nuevos, sentado con calcetines gruesos coloco sus pies, mi horma se acomodó de inmediato, gracias hijo ya tengo zapatos nuevos menciono el anciano y yo pensé, por fin encontré a mi dueño.

LA FLOR


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