Alguien cantó
En la década de los sesenta, una joven soñadora asistía al liceo llena de sueños, estudiaba para prepararse para el futuro, soñaba con tener muchas amigas y buscaba en ellas compañía. Esa tímida liceana se sentía muy sola, era hija única y sus padres prácticamente estaban separados. Su padre, más ausente que real, vivía prácticamente con su amante y, además, tenía un hijo con ella, lo que no le impedía estar pendiente del más mínimo movimiento de su hija. Él era autoritario, machista, mientras su madre toleraba lo que ella consideró siempre inaceptable. El desamor que soportaba su madre, le generaba a ella un ambiente de temor. Su madre temía los reproches de su marido y por eso, imponía a su hija tantas reglas que fueron aplastando su limpio corazón, impidiéndole volar.
Su mamá había decidido ser el pilar fundamental para su hija y trabajaba mucho, pero no tenía tiempo para ella. Su hija la comprendía, pero se culpaba, considerándose una carga para ella. Su padre, si aparecía, lo hacía sólo para criticar, dar órdenes. Ella sufría en silencio porque nunca sintió amor paternal. Ella estaba sufriendo la situación insostenible de sus padres. Su mamá se había casado sabiendo que él tenía una amante y con un hijo. Quedó embarazada creyendo que con eso lo mantendría a su lado. Todos sus cercanos le aconsejaron que no lo hiciera. La niña vivió un matrimonio destruido, vivió ese matrimonio de sus padres como un contrato vacío de amor y no entendía cómo su mamá lo podía querer. Cuando las lágrimas explotaban en sus hermosos ojos verdes, pidiendo explicaciones, la respuesta de su madre era: cuando seas adulta entenderás.
Agobiada por esa realidad insoportable, nació esa niña, su mamá la protegió, trató que su vida fuera linda y la formó con valores para que en ella no se repitiera su propia historia.
Esa quinceañera soñadora se refugiaba en su dormitorio, en el estudio y su gran pasión, la música, un bálsamo espiritual para la alegría. En ella escapaba, cantaba, bailaba y soñaba despierta.
Sus compañeras de curso, en general, tenían sus hogares normales, quizá si felices, pero con padres presentes, en un clima de afectos, mientras ella tenía que jugar a ser muy misteriosa y no hablar jamás de su realidad. Esa situación la angustiaba. Su mamá le decía: Si no quieres pasarlo mal, no diga que tus papás están separados, te van a discriminar.
Así, su madre le construyó un discurso que le impedía decir la verdad, pero eso la agobiaba y lloraba. ¡Ella sólo quería ser igual a sus compañeras¡
Entre sus idas y venidas al colegio, libros, música, pasaba su tiempo. Vivía en Recreo, un cerro hermoso en Viña del Mar, frente al mar, que era su amigo confidente. Si se sentía muy sola, salía de casa y corría a la escala cercana, bajaba muy rápido, cruzaba la calle corriendo, atravesaba el Puente Capuchinos y pronto llegaba a la playa. Le encantaba sentir la arena en sus pies, era como una caricia tibia, le gustaba esa sensación. Se sentaba en la playa y, extasiada, contemplaba el mar, sus gaviotas y la caricia de las olas que llegaban a la orilla. Entonces, su imaginación volaba, creía que conversaba con el mar y le contaba su dolor por el desamor de sus padres, le confidenciaba sus sueños. Ella quería un amor, sus amigas casi todas tenían amigos, vivían romances, lo pasaban muy bien. Gritaba por dentro ¡¿por qué no puedo ser como ellas?¡
Todo le estaba prohibido y era su pesar. ”. Su gran refugio y felicidad, la música, podía pasar horas cantando y bailando. Una tarde, leyendo revistas para jóvenes, sobre los artistas de modas y los hits que sonaban en la radio, encontró un aviso en la sección “Buscando Amigos” y muy audaz, tomó una esquela y escribió a uo de esos avisos. Sintió que la música la animaba a explorar, a escribirle a ese joven desconocido. Sentía que iniciaba una fotonovela y ella era la protagonista en las letras de cada canción y melodía.
Su mamá se enteró cuando le llegó una respuesta y extendiéndole el sobre le advirtió, por enésima vez, que tenía que cuidarse. ¡Te tienes que comportar¡
Se encerró en su cuarto y abrió nerviosa esa primera carta de amistad. El Rincón Juvenil era su revista favorita y esa tarde, respondió con su mejor caligrafía una carta contando de ella, que era viñamarina, que era romántica y amaba el mar. La cerró con un suspiro y, al día siguiente, se desvió de su recorrido habitual para depositar en el correo ese sobre, un paso gigante que significaba atreverse a conversar en esa carta con un joven desconocido, que vivía en la ciudad contigua, Valparaíso. Cuando colocó la estampilla, un beso tímido iluminó sus mejillas y la carta partió.
Unas semanas después, por cartas que iban y venían, ellos concertaron una primera cita. Ella sintió ese día que vivía un sueño. Ël llegó antes que ella y cargó un paquete de cigarrillos mentolados en el bolsillo interior del vestón, pese a que no fumaba, porque eso lo hacía sentirse más seguro. Frente al mar, en un banco de plaza, se divisaron, ambos estaban venciendo la timidez adolescente y durante un par de horas caminaron por el borde costero contándose cosas, hablando de música, de sus respectivos colegios, sin llegar más allá, disfrutando la conversación. En el momento que lo vio, todo su entorno era bello, él un joven hermoso, tenía un rostro apacible y mostraba inocencia. Ella lo miraba y escuchaba, tenía ganas de decirle muchas cosas, quería besarlo, pero no tuvo la valentía para hacerlo; recordaba el consejo de su mamá Te tienes que comportar
Caminaron, se sentía muy feliz, conversaron y se perdieron en la ciudad jardín, el tiempo pasó y llegó el momento del adiós, con un beso tenue se despidieron .
Comenzó una relación hermosa, para ella, los dos pololeaban por primera vez. Él era el más tierno,
el más lindo, ella se sentía dichosa. Su mamá sólo le decía ¡cuídate! recuerda que tu papá no está de acuerdo y yo te tengo que proteger. Sus encuentros eran breves, caminaban por la Avenida Brasil hasta la plaza Victoria con las manos entrelazadas. Él le llevaba el bolso como forma de gentileza. Eran unos quince minutos inocentes, que se sellaban con un beso y con la carrera de ella a tomar su movilización y él la suya.
Los sentimientos por él la invadían, quería abrazarlo y llenarlo de besos y recordaba lo que su mamá decía: No tienes que ser evidente, te puedes equivocar. Sin embargo, eso producía el efecto contrario, ella se sentía enamorada, pero no lo podía expresar, el mensaje de su madre martillaba su cabeza. En ese tiempo, los romances eran nada más que ese tacto sutil de manos entrelazadas.
Nunca bailó con él, nunca tuvieron ocasión de abrazarse con pasión. Su romance quedo estampado en esquelas de ingenua exploración.
Su papá había prohibido su romance. Un día que visitó a un amigo en Valparaíso, , los divisó de la mano. Eso fue impactante para ella, ya que sabía lo que sucedería. En casa esa noche, la retaron mucho y recibió una cachetada en su rostro por no obedecer. Ella lloraba, lloraba, ella sólo quería que entendieran su amor por él, sollozando su pena, en su pieza, acurrucada como una niña dolida, en un instante se prometió ser feliz, a pesar de todo.
Paso el tiempo muy presuroso, ella asistía al colegio y trataba de estar alegre, vivía recordándolo y lo extrañaba. Su bello momento se iba diluyendo en el cruel tiempo de separación. Al principio, ella recibía románticas cartas que le entregaba una compañera, como mensajera de este amor a la distancia. Los permisos que pidió para verla fueron negados. Él le escribió una carta a su mamá y no pudo lograr nada. Pese a que ella lloraba, suplicante, pidiendo que la escucharan, los adultos jamás la entendieron, sumidos en su propia odiosidad.
Él era un poeta adolescente, enamorado del amor, que escribía versos hermosos, en principio pensando en ella. Se sentía tan querida y esas cartas con sus versos eran su tesoro. Pero su enamorado era una veleta de pasión que buscaba volar y, demasiado pronto, otros guiños de la vida se lo arrebataron y él partió sensual tras nuevas exploraciones amorosas y lo suyo se esfumó, sin palabras.
Le causaba mucho miedo su realidad. Tanta ausencia provocó que él se aburriera y dejó de enviar cartas. Su silencio la hizo volver a su triste soledad, al perderlo volvió la desolación y el llanto. Su vida escolar tenía que continuar y guardaba la secreta esperanza de encontrarlo alguna vez y quizás podría llamar su atención y volver a estar junto a él y entregarse a ese amor.
Y se vino un torbellino. Un tornado que la sumió en una pena que se instalaría en su corazón para siempre. Abre el día, suena el despertador, un grito: ¡Levántate! el colegio te espera, se prepara, quería estar hermosa. Salió presurosa, corrió y bajo la escalera rápidamente. La brisa de mar acaricia su rostro, cruzó acelerada la calle, para llegar a su parada. Chao, amigo ,mar,el bus llega. Saluda al conductor que se sorprende, Hola señor, ¿cómo está? Sonríendo la mira, allí está su lugar, se acomoda y por la ventanilla ve el horizonte y el mar. El aula la espera, Ambiente bullicioso, todas hablan al unísono. La profesora ingresa, Silencio total, clases sin fin, hablan sin parar, Una fiesta en la Universidad, Iré, No, mamá no lo permitirá, La convenceré. Muy seria me dice: de acuerdo, pero te cuidarás. Salto de felicidad. Me engalano, Acudo a la fiesta puntual.
Hermosa y radiante llegó al lugar, música, amigos, baile, globo de luces, ambiente de felicidad. Sus amigas, todas con pareja, mas ella acudió sola, aunque igual se divertía. De pronto, sonó una canción hermosa " Alguien Canto " un hit romántico del momento, melodía suave, Todos saltaron a la pista, eran los lentos, abrazadas parejas siguiendo el compás. De pronto, una luz brilló y allí, en un segundo, ella lo vio, danzando extasiado con otra joven, otra mujer.
Su corazón se aceleró y sus lágrimas tuvo que contener. Sólo quería huir y volar de allí. Sintió un dolor intenso en todo su ser. La magia había terminado, Él nunca supo que ella estaba allí. Terminado el blues, él se fue con ella, amorosamente, con sus manos entrelazadas, feliz. Nunca la vio y se perdió en la penumbra. Muy triste ella quedó, preguntándose ¿Por qué me olvidó? La fiesta finalizó para ella y regresó a su casa con el corazón herido y cabizbaja.
El torbellino se había instalado en su corazón. Su sueño se esfumaba y en un disco de los sesenta, poniendo fin a su triste historia del primer amor, Alguien Cantó.
Carmen Lobos
Viña del Mar, Septiembre/2021
Linda historia, me hace recordar los años cuando era un adolescente y esperaba que tocaran una canción lenta para sacar a bailar a la que hoy es mi esposa.
ResponderEliminarBendiciones para quien posee el don de recordar y crear en nuestra imaginacion situaciones tan similares de una época marcada por fuertes apreenciones en base al que dirán, del machismo marcado que lograba solo abrumar a la juventud, pero claramente el romanticismo tenia un gran valor un poco perdido hoy en día, felicitaciones bella historia.
ResponderEliminarMe gusta mucho tu historia pero el triste final me hace pensar que el amor es efímero, pero todos tenemos una historia en el primer amor, unos buenos y otros malos y pienso que al final hay que quedarse con los mejores recuerdos.
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