A propósito de los que parten...
No se puede pretender escribir cada nota con un sentido fundacional, como si fuese la última que escribes, es suficiente tender las ideas en forma desordenada sobre un mantel, para que se justifique el acto comunicacional. No se puede vivir en medio de densidades, es necesario sonreír y para ello hace falta volver los ojos a las situaciones cotidianas, a las disfuncionalidades que se dan en las familias, a los agradables chismes de pueblo chico, donde todos nos conocemos desde niños, donde las yayas se van transmitiendo en forma atemporal, quedando tatuadas como un apodo en tu historial. Es agradable, por tanto, desplegar las ideas para sentarse junto al río de la vida y observar, sin prisas, como fluyen amores y desamores, pasiones y olvidos, amistades falsas y amistades verdaderas, amores platónicos y amores de carne y hueso, fuegos idílicos y fuegos que laceran el alma. Escarbar de paso los vericuetos del ser para prepararnos para nuestro propio último viaje, viaje real o quizá