Un traje crecedorcito
Su papá compró un corte de casimir Bellavista Tomé, color café oscuro, en el Bar “Donde Nunca se supo” . Seguramente, hizo un trueque, recibiendo la pieza de tela como pago por algún brasero de fierro o una plancha a carbón, que él solía fabricar para su familiares y amigos. Esa tarde de sábado Gustavo llegó feliz a casa con la pieza de tela, diciendo que era un regalo para su hijo Nancho. Isabel decidió llevar la pieza de tela donde la Señora Esterbina, modista amiga, que vivía en una casona del cerro Florida, a dos cuadras del ascensor. Ya el viaje en sí era una aventura, que le significaba tomar dos ascensores, el trolebús, de paso, ganarse algún completo, con leche con plátano, en el Návoli. Nancho tenía unos 8 años y le encantaba ir con su madre a esa casona de Doña Esterbina, que vivía en un segundo piso y abría la puerta con un cordel. La casa estaba a la entrada de una empinada calle, que partía en la Avenida Alemania y el cielo parecía ser su límite. Lo que entusiasm